El reconocimiento de David Gilmour en la música podría deberse a un nombre: Syd Barrett. Ambos personajes están unidos a la historia de Pink Floyd, una de las bandas más importantes e influyentes que ha dado el rock, y que después de 50 años, aún mantiene vivo su legado.
Gilmour y Barrett se conocieron en su juventud, mucho antes de que existiera Pink Floyd. Ambos fueron parte de una adolescente banda en 1965 pero pronto sus caminos se separaron hasta que Barrett, ya al frente del conjunto de Londres, comenzó a sufrir problemas psicológicos que motivaron su salida tras una decisión de sus compañeros de ese entonces: Roger Waters, Richard Wright y Nick Mason.
Fue este último quien decidió invitar a Gilmour a sumarse a Pink Floyd debido a los titubeos de Barrett, hasta que el vocalista no pudo más y Gilmour asumió como miembro oficial de la banda. Desde allí, el guitarrista fue uno de los responsables de llevar a Pink Floyd hasta su sitial de privilegio en el rock.
Porque Gilmour, un guitarrista con intereses en el blues y rock and roll, trasladó a la banda londinense desde el aspecto psicodélico y poco entendido bajo la batuta de Barrett, a una condición más cercana a un rock pasivo y lleno de melodías, impulsada por su habilidad y experimentación con la guitarra, así como su impecable voz.
Desde 1967, cuando se unió oficialmente a la banda, asumió la voz principal, dándole una singularidad al conjunto y que comenzó a notarse en canciones como «A Pillow of Winds» y la épica «Echoes», en la que ya se notaba a Wright como su complemento perfecto, pronto confirmado en temas como «Time» y «Us and Them».
La dupla Gilmour-Wright le dio a Pink Floyd una forma que, sumado a la música creada por Waters, la llevó a ser uno de los nombres fundamentales de la década de los ’70, con la trilogía The Dark Side of the Moon (1973), Wish You Were Here (1975) y Animals (1977) como trabajos esenciales en los que Gilmour lució su calidad.
Sin embargo, a fines de esa década, el guitarrista sintió que su trabajo no estaba siendo valorizado y comenzó a enfocarse en otras cosas, dejándole la guía musical a Waters, quien pronto dio vida casi en su totalidad al clásico The Wall (1979), que incluyó, quizás, la más significativa colaboración entre ambos: «Comfortably Numb».
Gilmour lanzó su primer álbum solista en 1978 y a mediados de los ’80, con la salida de Waters, volvió a asumir el mando del conjunto. Luego de la marcha del bajista, Pink Floyd tuvo vida hasta 1994 con The Division Bell.
De las dos mentes creativas de Pink Floyd, Gilmour aparece como el «desconocido» al lado de Waters que desde que cerró su capítulo con la banda, ha recorrido el mundo en varias oportunidades, presentando espectáculos basados en The Dark Side the Moon y The Wall.
Sin embargo, Gilmour, de un perfil más bajo, ha preferido una carrera más estrecha, con pocas apariciones públicas y shows más locales. De hecho, su única gira a gran escala en 20 años fue en 2006 para mostrar On an Island, su tercer álbum de estudio.
Pero al parecer quiere retomar su legado y este 2015 anunció gira mundial para mostrar su nuevo álbum, Rattle That Lock, que aparece el 18 de septiembre. Y dentro de este periplo incluye a Sudamérica, con cinco shows dentro de los cuales está confirmado su debut en Chile para el 20 de diciembre en el Estadio Nacional de Santiago.
Será la oportunidad, por fin, de presenciar a una de las figuras esenciales de la música, responsable de ser, nada más y nada menos, la voz fundamental de Pink Floyd.