La vida de Frank Sinatra estuvo ligada a la música desde niño, convirtiéndose en una de las figuras más relevantes que se haya conocido, vendiendo miles de discos y logrando reconocimientos por parte de la industria.
Su impecable voz es parte del legado musical que hasta hoy se disfruta, a 100 años de su nacimiento. Pero el estadounidense (fallecido en 1998 a los 82 años) también tuvo reconocimiento en la pantalla grande.
Sinatra llegó al cine en pleno fervor de su carrera musical a principios de los ’40. Aunque en 1941 apareció interpretando «I’ll Never Smile Again» en Las Vegas Nights, su real debut acreditado fue en Reveille with Beverly de 1943, apareciendo como él mismo.
Al año siguiente vinieron dos películas en las que fue protagonista: Higher and Higher, un musical donde se interpretó a sí mismo, y Step Lively, cinta en la interpretó a Glenn Russell.
El resto de la década lo vio en diversas cintas hasta que en 1953 llegó a la pantalla grande con From Here to Eternity (De aquí a la eternidad en español), dirigida por Fred Zinnemann. Aunque tenía un papel secundario como Angelo Maggio, el cantante igualmente fue reconocido ese mismo año con un Oscar y un Globo de Oro como Mejor Actor de Reparto.
En 1957 volvió a ser galardonado. Primero, en los Globos de Oro como Mejor Actor de Comedia o Musical por su rol de Joey Evans en Pal Joey. Y luego, en la ceremonia de los Oscar como Mejor Canción Original por «All the Way», incluida en The Joker Is Wild (La máscara del dolor en español), cinta que también protagonizó.
Pero no sólo apareció como actor. Sinatra también estuvo detrás de cámaras en varias películas, en su mayoría como productor, entre ellas A Hole in the Head (1959) y The First Deadly Sin (1980).
Su debut como director llegó en 1965 con None but the Brave (Todos eran valientes en español), la única película que dirigió en su vida. Con el propio Sinatra como protagonista, la cinta está ambientada en la Segunda Guerra Mundial y cuenta la historia de un pelotón de Marines que llega a una isla del Pacífico ocupada por japoneses.
A un siglo de nacimiento, el legado de Sinatra se mantiene más vigente que nunca, tanto en la música (su pasión) como en el séptimo arte.