«Si no logro terminar algo para cuando termine una película en la televisión, me doy por vencido», afirmó Mark Landis, el falsificador de pinturas más prolífico de Estados Unidos y cuyo «trabajo» tuvo su propia exhibición en 2012.
El artista se refiere al arte que desarrolló por 30 años en su hogar: falsificación de pinturas donadas a recintos de arte a lo largo de Estados Unidos, sin que ningún museo ni galería se diera cuenta.
«Fue un impulso para impresionar a mi madre. Siempre admiré a los coleccionistas ricos en la televisión regalando pinturas a museos», explicó Landis a la BBC, afirmando que el primer trabajo lo hizo a mediados de los ’80, cuando donó a un museo de California un trabajo que bautizó «Maynard Dixon».
«Les puse el nombre de Maynard Dixon porque eso era lo que quería el museo», contó. «Él era un artista cowboy, así que fui a la biblioteca y saqué unos libros de fotografías de indígenas estadounidenses y copié algunas de ellas… sabía que el museo quería cuadros de cowboys y eso fue lo que hice».
Landis fue diagnosticado con esquizofrenia luego de la muerte de su padre, lo que hizo que se sometiera a una terapia artística que reveló su talento.
Así, comenzó a realizar falsificaciones a diversas instituciones estadounidenses, sin recibir ningún pago. «Obviamente no es un crimen regalar una pintura a un museo y me trataron como realeza. Una cosa sucedió a otra y seguí haciéndolo durante 30 años», manifestó Landis.
«Sé que todo el mundo habla de falsificadores que hacen todo tipo de cosas complicadas con químicos y qué sé yo… no tengo esa paciencia. Compro mis suministros en Walmart o Woolworth, unas tiendas de bajo costo, y termino todo en una hora, máximo dos«, explicó el falsificador.
Todo iba bien en la vida de Landis («¿Alguna vez te han tratado como la realeza? Te puedo decir que se siente muy bien», expresó), hasta que donó una de sus «obras» al museo de Oklahoma City, en 2008.
Arriba: original de Paul Signac; abajo: copia de Landis
El curador del museo, Matt Leininger, recibió los trabajos de Landis, uno tras otro, los cuales fueron colgados en el recinto, sin sospechar nada. «Pensamos que Landis era un coleccionista de arte muy excéntrico», contó Leininger a la BBC.
Sin embargo, un día Leininger decidió indagar más sobre una de las pinturas recibidas y se dio cuenta que también había sido donada por Landis a una escuela en Savannah, Georgia. Y luego desde Saint Louis, Missouri, dieron las alarmas al tener una segunda copia de un trabajo. Al final, fueron cerca de 20 las instituciones que recibieron obras.
Pese a ser pillado, Landis continuó falsificando obras y entregándolas a recintos que no sabían sobre lo que estaba haciendo. «Uno deja que la conciencia lo guíe. Si algo no está bien, uno más o menos sabe. A mi no me preocupaba que me enjuiciaran», aseguró.
En 2012 sus obras fueron parte de una exposición en el museo de Cincinatti, curada por Leininger e inaugurada el 1 de abril de 2012, es decir, el Día de los Inocentes en Estados Unidos.
Landis aprovechó de pedirle disculpas a Leininger por algún daño causado, aunque después afirmó que no estaba arrepentido de las falsificaciones. «Salvo que algunas de ellas eran muy malas», sentenció.