Después de casi un mes de disputa, el 24 de junio de 1995 se concretó la final del Mundial de Rugby en Sudáfrica, en donde el equipo local derrotó a Nueva Zelanda, alcanzando su primer trofeo a nivel de selecciones.
Sin embargo, más allá del logro deportivo, el encuentro definitorio pasó a la historia por regalar una de las imágenes más relevantes que se recuerden: la entrega de la Copa por parte del Presidente de Sudáfrica, Nelson Mandela, al capitán del equipo, François Pienaar.
La postal representa la simbólica reconciliación del pueblo sudafricano tres años después del fin del apartheid, el sistema de segregación racial que dominó esa nación por más de 40 años, otorgándole beneficios a las personas de raza blanca, en desmedro de la población de raza negra.
El rugby era visto como un deporte de elite, con jugadores y aficionados de raza blanca siendo protagonistas hasta 1981, año en que el equipo, conocido como los Springboks, fue expulsado de las competencias internacionales, hasta su reintegración en 1992. Lo mismo había pasado con otras disciplinas, como el fútbol y el tenis, por ser consideradas por Sudáfrica como actividades «sólo para blancos».
Mandela había pasado casi tres décadas en prisión, acusado de una conspiración para derrocar al Gobierno liderado por el Partido Nacional, de inclinación conservadora. Fue excarcelado en 1990 y luego se convirtió en el candidato del Congreso Nacional Africano, partido socialdemócrata con el que llegó a ser el primer Presidente de raza negra de Sudáfrica, entre 1994 y 1999.
En su mandato decidió tomar el Mundial de Rugby de 1995 como un evento que uniera a la nación sudafricana, llamando a la población a apoyar al conjunto, incluidos los de raza negra.
La final del torneo tuvo a Sudáfrica y Nueva Zelanda como protagonistas, ambos equipos con cinco partidos invictos. En el tiempo regular del partido, las dos escuadras quedaron empatadas, por lo que hubo una prórroga en la que los anfitriones pudieron lograr la ventaja y alcanzar su primera (y única hasta ahora) Copa del Mundo de Rugby.
Fue el propio Mandela, vestido con la polera y gorro de los Springboks, quien le entregó en sus manos el trofeo al capitán Pienaar, logrando unir a un pueblo que había sufrido el racismo, la discriminación y la violencia entre negros y blancos.
«Gracias, François, por lo que has hecho por nuestro país”, le dijo ‘Madiba’ al entregarle la Copa al capitán. “No, señor presidente, gracias a usted por lo que ha hecho por nuestro país”, le respondió el deportista, en un diálogo que pasó a la historia.
Años después, Pienaar aseguró que Mandela «fue el mejor padre que pudo tener nuestra joven democracia. ¿Mi amigo? No. Lo nuestro fue una relación más allá. Le llevo en mi corazón. Cuando me llamó a su despacho aquel día yo estaba nervioso. Pero me comenzó hablando en afrikaans, en mi idioma. Y me dio gracias a mí tras la final… Las gracias se las doy yo por enriquecer mi vida. Nuestra relación no culminó en 1995, fue a más a partir de ahí. Él mostró el camino, sólo debemos seguirlo».
En otra ocasión, Mandela declaró: «El deporte tiene el poder de cambiar al mundo; tiene el poder de inspirar; tiene el poder de unir a las personas de una manera que pocas cosas pueden lograr».
La historia de la final del Mundial de Rugby de 1995 inspiró el libro El Factor Humano, escrito en 2008 por John Carlin a través de entrevistas sobre el evento deportivo. Al año siguiente, Clint Eastwood dirigió la película basada en la obra de Carlin, protagonizada por Morgan Freeman (como Mandela) y Matt Damon (como Pienaar).