El nombre de Alfred Hitchcock es asociado a calidad, suspenso, escenas de miedo y, en general, a buenas películas. Pero hay otro aspecto del creador británico que fue vital en su carrera como director: Hitchcock entendía muy bien cómo funcionan las relaciones en el cine y la televisión, y fue de los primeros en demandar control sobre sus películas, en un tiempo en que los estudios tenían todo el control.
Se dice que una vez admitió que hacía sus películas pensando en la prensa. Él sabía la influencia que tiene la prensa en el público y por eso hacía amistades con los críticos de cine.
Era un hombre práctico, pero firme en sus principios, lo que le provocó más de una pelea con los productores. Una de sus primeras riñas fue durante la producción de The Lodger: A Story of the London Fog (1927), película acerca de una modelo que sospecha que el hombre que arrienda el cuarto de su casa es el autor de unos asesinatos seriales.
El guión original dejaba ambiguo si el hombre es o no el asesino, pero cuando el papel le fue otorgado al célebre actor Ivor Novello, los productores exigieron que al final de la película se revelara su inocencia. Hitchcock terminó cediendo, pero a medida que progresó en su carrera y ganó prestigio, también se volvió más inquebrantable.
Incluso se adelantó a las innovaciones: él fue de los pocos directores en predecir que la televisión se convertiría en un medio muy productivo, y no tardó en convertirse en una figura muy conocida en televisión gracias a su programa Alfred Hitchcock Presenta (1955).
En cada capítulo, Hitchcock en persona mostraba una historia distinta con su propio grupo de personajes, casi siempre thrillers o historias de misterios. El programa fue un éxito, pero en ese tiempo, los directores y productores de cine veían a la televisión como un arte menor.
La más famosa de sus osadías es la escena del asesinato en la ducha en Psicosis (1960), muy gráfica para ese tiempo. Además, el autor mató al protagonista antes de la mitad de la película y para colmo mostró un inodoro en funcionamiento.
A pesar de las dificultades que enfrentó en sus casi seis décadas de trayectoria, Hitchcock forzó a la industria a romper tabúes. Parte de su legado es que hoy los realizadores de cine tienen muchas más libertades para hacer cosas por las cuales él tuvo que luchar una y otra vez.