Corrían los primeros años del siglo XX y un pequeño niño sorprendía junto a sus padres en The Three Keatons. Un show circense en el que realizaba hazañas increíbles, donde ponía en riesgo su vida. Inicios de una carrera que luego encontraría su máximo esplendor en el incipiente séptimo arte.
Esos son los orígenes de Joseph «Buster» Keaton, acróbata, cómico, actor, director, escritor y productor. Artista norteamericano nacido el 4 de octubre de 1895 en Piqua, Kansas. Uno de los tres grandes genios de la comedia hollywoodense junto a sus contemporáneos Charles Chaplin y Harold Lloyd.
Personaje lleno de mitos, como el origen de su apodo Buster. Según el actor fue el mismísimo Harry Houdini -amigo de su padre- quien lo llamó así, un nombre que lo acompañó hasta el final de sus días. Una vida llena de luces y sombras que, por varios años, lo dejó en la oscuridad, para finalmente consolidarlo como la gran figura que es.
El cine de Buster Keaton
Su temprana experiencia le dio las herramientas para entrar en la naciente industria de la cinematografía. Conoció a Roscoe «Fatty» Arbuckle, quien tenía un contrato con el estudio de Joseph M. Schenck en Nueva York. Aprendió el funcionamiento de las cámaras, el concepto de movimiento que tenían y cómo se podía producir un film. Así entró como actor y debutó en The Butcher Boy (1917), para luego continuar con apariciones en otras cintas.
En 1920, Arbuckle tuvo problemas legales y Keaton dio sus primeros pasos solo. Ese año protagonizó The Saphead y estrenó One Week, Convict 13 y Neighbors, tres películas escritas y dirigidas por él. De esta forma marcó el inicio de sus años dorados como cómico, destacándose por sus osadas piruetas y escenas de riesgo protagonizadas por él mismo.
Para esos años Buster ya era su nombre y su apodo «Stone Face» (cara de piedra), por su nula expresión en cada proeza. Un pequeño detalle que lo diferenciaba del resto y que lo aprendió cuando era niño, en el espectáculo familiar. Su padre lo arrojaba por el escenario y al caer no evitaba mostrar su diversión, algo que disminuía las risas del público, a diferencia de cuando mantenía su rostro inexpresivo.
Renacer de las cenizas
Después de ocho años de éxito, Buster Keaton era uno de los rostros confiables de la escena. Sus películas seguían teniendo un carácter independiente y The General (1927) pasaba a la historia como una obra maestra. En ese momento vino una decisión crucial que más tarde la definió como la peor de su vida: firmó con Metro Goldwyn-Meyer.
Los primeros años fueron fructíferos, con filmes como The Cameraman (1928), pero luego su libertad creativa pasó a segundo plano. La industria le exigía más de lo que podía dar y sus proyectos no daban los números esperados. Eran los años 40 y Columbia Pictures confió en él para protagonizar 10 comedias. Pero las cosas no andaban bien, su vida familiar se destruía tras su divorcio, y el alcohol se convertía en su mejor amigo, lo que marcó una gran crisis.
Para comienzos de los años 50 volvió a casarse y decidió dejar Columbia para ganar libertad. Participó en varias películas haciendo personajes secundarios, relanzó sus clásicos y la industria televisiva, que se consolidaba, le dio una mano. Charles Chaplin lo invitó a participar de Limelight (1952) y su carrera comenzó a renacer. En 1957 lanzaron The Buster Keaton Story, una cinta biográfica protagonizada por Donald O’Connor. Dos años más tarde la Academia le entregó un Oscar Honorífico por su carrera y en 1961 estelarizó uno de los episodios de la afamada serie The Twilight Zone.
Con 70 años, una carrera activa y sus problemas en el pasado, cayó enfermo en enero de 1966. Nadie había notado que no era una simple bronquitis, sino que un cáncer de pulmón. Buster Keaton murió el 1 de febrero de ese año en un hospital de Los Angeles, California. Una figura trascendental que pasó a ser uno de los grandes referentes para iconos del cine como Orson Welles, además de seguir sorprendiendo a los amantes del séptimo arte con filmes hechos casi un siglo atrás.