Entre el 30 de noviembre y el 12 de diciembre se desarrolló en París la XXI Conferencia sobre Cambio Climático, encuentro en el que más de 190 gobiernos se reunieron con la idea de discutir un acuerdo para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero.
Después de varias semanas, el sábado 12 el Ministro de Exteriores, Laurent Fabius, confirmó con un mazazo verde que el Acuerdo de París es una realidad, un pacto mundial que será jurídicamente vinculante a partir de 2020.
El texto aprobado presenta, primero, los tres objetivos que los 196 gobiernos deben cumplir:
a) Mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2 ºC con respecto a los niveles preindustriales, y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5 ºC con respecto a los niveles preindustriales, reconociendo que ello reduciría considerablemente los riesgos y los efectos del cambio climático.
b) Aumentar la capacidad de adaptación a los efectos adversos del cambio climático y promover la resiliencia al clima y un desarrollo con bajas emisiones de gases de efecto invernadero, de un modo que no comprometa la producción de
alimentos.
c) Elevar las corrientes financieras a un nivel compatible con una trayectoria que conduzca a un desarrollo resiliente al clima y con bajas emisiones de gases de efecto invernadero.
Luego, el Acuerdo define 19 ideas que llevarán a cumplir los tres objetivos anteriores. Entre ellos están que «las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero alcancen su punto máximo lo antes posible, teniendo presente que los países en desarrollo tardarán más en lograrlo, y a partir de ese momento reducir rápidamente las emisiones de gases de efecto invernadero».
También se propone que «los países desarrollados deberán seguir encabezando los esfuerzos y adoptando metas absolutas de reducción de las emisiones para el conjunto de la economía», mientras que a los países en desarrollo se les prestará apoyo y «los países menos adelantados y los pequeños Estados insulares en desarrollo podrán preparar y comunicar estrategias, planes y medidas para un desarrollo con bajas emisiones».
Dos años antes de la entrada en vigor del Acuerdo (es decir, en 2018), los gobiernos deberán hacer un balance de sus esfuerzos colectivos y determinar el avance en el logro del objetivo.
En 2020 comenzará a regir el texto y la Conferencia hará su primer balance mundial en 2023. A partir de entonces, a menos que se decida otra cosa, se hará cada cinco años.
Las reacciones al Acuerdo por parte de los líderes y organizaciones fue en su mayoría positiva. El Presidente de Estados Unidos, Barack Obama, afirmó que se trata de «la mejor oportunidad que tenemos para salvar el planeta», mientras que el Papa Francisco instó «a toda la comunidad internacional para continuar con prontitud en el camino emprendido, en un signo de solidaridad que se hace cada vez más eficaz».
Por su parte, el director de Greenpeace Internacional, Kumi Naidoo, afirmó que «hoy (sábado) la humanidad se ha unido por una causa común, pero lo que pase tras esta conferencia es lo que realmente importa». Y agregó: «Estamos en una carrera entre el despliegue de las energías renovables y el aumento de las temperaturas, y el Acuerdo de París podría dar a las energías renovables un impulso vital. La rueda de la acción por el clima se mueve lentamente, pero en París se ha movido».